Desde hace unos pocos
años (2008), más de la mitad de la humanidad vive en centros urbanos. En
América del Sur ese umbral se cruzó antes de 1960. Chile ya alcanza un 90% de
población urbana de acuerdo a los datos de las Naciones Unidas y sólo en tres ciudades -Concepción,
Santiago y Valparaíso- se concentra la mitad de la población (¡Censo
mediante!).
Fig. 1. El panel de
la izquierda muestra la población urbana (en millones de habitantes) de Chile
según tamaño de ciudad. El panel de la derecha muestra la proporción de
población urbana y rural. Adaptado desde
http://esa.un.org/unup/Country-Profiles/country-profiles_1.htm. United Nations,
Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2012): World
Urbanization Prospects: The 2011 Revision. New
York.
Por otra parte, la
mayor parte de las grandes urbes del mundo son ciudades costeras o cercanas a
la costa lo que tiene muchos impactos e interacciones fascinantes con el aire
marino (Von Glasow et al, 2012). Y en muchas de ellas los cielos están brumosos
como se muestra en la Figura 2. ¿Pero tiene que ver esto con el Clima y la Resiliencia? Sí tiene que
ver y por muchos motivos.
Primero,
así como se acumulan recursos, también lo hace la vulnerabilidad, esto es, la
susceptibilidad y la inhabilidad de enfrentar los cambios adversos. ¿Qué pasará
con los recursos hídricos para más de 6 millones de habitantes en Santiago si
efectivamente cambian los patrones de precipitación en Chile Central? ¿Qué
pasará con nuestra población cada vez más envejecida y sedentaria si persiste
el aumento de la temperatura en el valle central? Así que ocuparse y pre-ocuparse de nuestras
urbes es absolutamente central para cualquier política pública que quiera
prevenir efectos adversos del cambio climático de origen antrópico y de la
variabilidad climática característica de Chile.
Fig.
2. El mapa indica las ciudades de más de 5 millones de habitantes y el
porcentaje de población urbana por regiones del mundo. Arriba se ilustran los
“aires brumosos” de muchas de estas ciudades. Adaptado desde http://esa.un.org/unup/Maps/maps_urban_2011.htm. United Nations, Department of Economic and Social
Affairs, Population Division: World Urbanization Prospects, the 2011 Revision.
New York 2012.
New York 2012.
Segundo,
las ciudades, al ser polos de consumo, también son centros de emisión tanto de
gases de efecto invernadero como de aerosoles (Zhu et al, 2012). Se espera que
en el 2030, las ciudades del mundo concentren el 73% del uso energético del
mundo (IEA, 2008) y con ello buena parte de las emisiones de carbono. De hecho
hoy por hoy las ciudades son las emisoras de carbono por excelencia (Duren
& Miller, 2012) y buena parte de esas emisiones se asocian al sector
transporte. Por lo tanto, la reducción de emisiones urbanas, especialmente las
ligadas al sector transporte, son un medio eficaz de mitigar el cambio
climático de origen antrópico. Y cuando se reduce el consumo de combustibles
fósiles en las ciudades también se consiguen cielos menos brumosos y aires más
respirables. Por eso, la comunidad científica internacional ha llamado a buscar
oportunidades en que simultáneamente se reduzcan las emisiones de agentes
climáticos y de precursores de contaminantes (UNEP/WMO, 2011; IGBP/IGAC, 2012). Especial énfasis se ha puesto en especies
como el ozono troposférico, metano y carbono negro (e.g., Shindell et al,
2012). A modo de ejemplo, veamos el
“carbono negro”, también conocido en Castellano como hollín o tizne. Las
emisiones de carbono negro se asocian principalmente al uso de diesel y a la
quema de biomasa, por ejemplo leña. Por
lo tanto, su control está intrínsecamente ligado a la reducción de emisiones de
aerosoles completamente respirables (PM2.5), los cuales tienen una alta
correlación con impactos nocivos sobre la salud. Sus efectos climáticos están
sujetos a múltiples incertidumbres pero son potentes y van desde la absorción
de radiación solar incidente cambiando los perfiles verticales de temperatura,
hasta el oscurecimiento y consecuente derretimiento acelerado de glaciares,
pasando por la provisión de núcleos de condensación de hielo (EPA, 2012; Bond
et al, 2013).
Referencias
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