Nacimiento y
propósito del IPCC
A
mediados de los 80’s, Bert Bolin, un profesor que tuve el honor de conocer como alumna en la
Universidad de Estocolmo, promovió el establecimiento del Panel
Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en Inglés). Un
cuerpo bajo el alero de las Naciones Unidas (ONU) que tendría por función compilar
y revisar críticamente nuestro mejor entendimiento del Sistema Climático,
así como los cambios derivados de los forzantes naturales y antrópicos. Esto
para proveer información relevante para la toma de decisiones. Dicha
compilación de la literatura científica y la revisión la harían científicos de
todo el mundo (ad-honorem) y seguiría los más estrictos criterios de
evaluación por pares. Pero no sólo eso, también sería revisado por representantes
de los gobiernos.
El IPCC
sigue vigente y ha publicado, cada seis años desde 1990, sendos reportes (http://www.ipcc.ch/).
Este año en efecto, se publicará el quinto reporte (Maisa Rojas y Paulina Aldunce,
investigadoras del (CR)2 han colaborado intensamente con este
proceso).
A
menudo, todo lo relativo al IPCC es criticado. A veces con razones, a veces con
dudosas intenciones. Lo que relato es mi vivencia.
El llamado de
atención es cada vez más fuerte
El mensaje
de cada reporte del IPCC suele tener cientos de páginas de lectura lenta pero, en
esencia, cada vez se ha vuelto más perentorio.
En 2001
representé a Chile en la conferencia en que se sometía a revisión el resumen
para tomadores de decisión. En jornadas agotadoras, revisando línea por
línea el texto, se argüía sofisticadamente en contra de cualquier
afirmación emanada de los científicos por parte de preparadísimos
representantes de países petroleros de Oriente Medio. No obstante, el mensaje y
su respaldo científico ya era en ese entonces claro. La evidencia era
irrefutable: a pesar de los múltiples “confundentes” y la incertidumbre de las
estimaciones de las consecuencias futuras y el reconocimiento de las
limitaciones de nuestros modelos climáticos.
Un par de
reflexiones desde la conjunción de mis sistemas simpático y parasimpático
Es
cierto: la discusión científica no debe hacerse sobre argumentos de autoridad
ni de popularidad. El avance del conocimiento se construye a través del método
científico, también el conocimiento del cambio global. El mismo está sujeto
a fuertes controversias y a la búsqueda permanente de nuevas preguntas y
cuestionamientos. Lo que se resume de tanto en tanto en el IPCC no es sino un
reflejo de ello. Y no por eso es perfecto, es sólo un mejor resumen consensuado
por cientos sino miles de científic@s.
He
tenido en suerte conocer a dos científic@s que han dedicado años de su vida
académica y personal a llevar adelante los largos procesos que culminan en
reportes del IPCC: Bert
Bolin y Susan Solomon.
Bert y Susan han sido para mí y para much@s otr@s científic@s, referentes de honestidad y rigor científico.
También de generosidad en el saber. Y no puedo sino sentir un rechazo visceral
a quienes, a partir de intereses mezquinos y miopes, pretenden enlodar sus
reputaciones pretendiendo hacerlos parte de una suerte de “conspiración mundial
de creyentes”. Muy por el contrario, las buenas preguntas que ponen a prueba el
conocimiento y nos hacen avanzar, me despiertan la fascinación y el encanto de
tener el privilegio y el desafío de ser una mujer que trabaja en ciencias
atmosféricas desde Chile y en tiempos de cambio global.